
Si un adolescente con notas aceptables, le dice a sus padres que quiere cursar un ciclo formativo, en la mayor parte de los casos los progenitores se empezarán a preguntar en qué han fallado ellos o el sistema con su hijo. Si un adolescente con pocas esperanzas de prosperar académicamente les cuenta sus padres que va intentar cursar Formación Profesional, en la mayoría de los casos los padres asumirán el hecho como mal menor: de perdidos, al río.
Es increíble que en pleno siglo XXI y en un país que se las da de desarrollado, todavía se tenga ese desprecio por la Formación Profesional. Pero en fin, no se puede culpar a los padres por el hecho de quieran que su hijo sea universitario y curse una carrera, aunque no tengan en cuenta el detalle de que, a lo mejor, no puede ejercerla.
Lo peor y muy sangrante, es que algunos profesores y, sobre todo, algunos orientadores de secundaria, manejen el mismo concepto sobre la FP. Hay afortunadas excepciones de orientadores realmente implicados en lo que es un estudiante de secundaria y no en lo que les gustaría que fuese, que sí le dan a la FP el carácter de alternativa académica con independencia del currículum del alumno, pero son eso, excepciones. El orientador más habitual en los centros de estudios, al que, para entendernos, llamaremos orientador estándar, ni se plantea incluir en sus programas a la FP a no ser, claro está, para los casos perdidos.
Orientador. Más allá del significado que se le dé en la realidad de los IES, el término, en sí mismo, no tiene vuelta de hoja: se trata de orientar al adolescente hacia lo que más le convenga según sus características y la realidad social. Desde ese punto de vista, el éxito de un orientador es el alumno que se forma en lo que le gusta y se le da bien y después se gana la vida en base a lo que ha aprendido. Estará el lector conmigo, en que la FP, en ese sentido, ofrece mayores posiblidades de éxito que la universidad.
Mientras tanto, según datos oficiales, casi la mitad de los "orientados" a bachiller, no lo supera y de la mitad que lo supera, casi el 50 % abandona los estudios universitarios. Así que, de cada 100 alumnos que cursan bachiller, tenemos a 75 que acaban sin oficio ni beneficio. Añadiendo a esto que, también según cifras oficiales, el 40 % de los titulados universitarios trabaja sin ejercer su carrera, tenemos un éxito de los orientadores estándar del 10 %. Si esto no fuese la función pública, un éxito de un 10 % en un puesto de trabajo de ese nivel de responsabilidad, haría que, a buen seguro, el ocupante del puesto acabase incrementando ese 40 % de universitarios que no trabajan conforme a su titulación o que, directamente, no trabajan.
En fin, querido lector, que en un país en crisis, básicamente porque tiene un nivel de productividad y competitividad raquítico, se considera un fracaso que un adolescente "vaya a parar" a la Formación Profesional. Sentencia firmada y rubricada por los que se dicen expertos en educación.
Saludos desde la trinchera.